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jueves, 23 de marzo de 2017

Esta semana en Letrambulario Radio:


Las flores, son parte de una estructura de reproducción sexual característica de cierto tipo de plantas y tiene el propósito de producir semillas de nuevas plantas para la perpetuación de la especie. Aunque también se le asocian a la belleza y a los sentimientos, especialmente en la literatura. Llegó la primavera y con ella Los libros Florales en su tercera entrega, aquí en letrambulario radio; porque las palabras también florecen…



Todas las espermatofitas poseen flores que producirán semillas, pero la organización interna de la flor es muy diferente en los dos principales grupos de espermatofitas: las gimnospermas vivientes y las angiospermas, éste último con más de 250.000 especies, es un linaje evolutivamente exitoso que conforma la mayor parte de la flora terrestre existente.


Desde siempre la poesía, la lírica, ha escogido distintos símbolos para reflejar estados de ánimo y sentimientos y, precisamente por ello, las flores suelen acompañar con su presencia multitud de poemas. Las flores y su uso que ya se pueden considerar como tópicos literarios en muchos poemas, con una larga tradición sus espaldas. De una manera que nunca será exhaustiva vamos a tratar de centrar algo más el papel de las flores en la poesía española.


La rosa debe ser una de las más evocadas por su belleza, pero también porque es efímera y a menudo sirve de advertencia a aquellos que creen que lo mundanal ha de durar, cuando es justo lo contrario. La azucena o las flores de azahar son indicadoras de pureza, de candor, de virginidad al lado de los lirios o de la flor del alhelí o los nardos. La violeta o la amapola como humildes presencias, cada una en su territorio, una en jardines y otra de manera salvaje, casi descuidada. La margarita como señal de los estados de ánimo volubles o infinidad de flores que aportan alegría, tristeza, melancolía, dramatismo o ternura a los poemas. 




Existen multitud de libros donde las flores tienen un papel destacado, de una manera u otra, como por ejemplo en obras como El perfume, de Patrick Süskind donde el protagonista  Jea Batiste, emplea flores para junto con la esencia de las mujeres que asesina, crear el mejor perfume del mundo.


 El nombre de la rosa, de Umberto Eco se asocia a una joven de la que el franciscano novicio Adso de Melk se ha enamorado. Relación menos que imposible y a diferencia de la película, la joven es juzgada y sentenciada por brujería. El que el melancólico Adso nunca supiera cómo se llamaba su único amor terrenal se basa en el verso de Borges “Todo lo que queda de una rosa muerta es… su nombre”  


El Principito, de Antoine De Saint-Exúpery encontramos que se trata del ego, personaje que nos pone de manifiesto el amor del principito. La Rosa no es una flor cualquiera, es su amor. Es espléndida, es magnífica entre otras muchas, y es única en su «planeta». Ha habido otras, pero ésta es la que ha «florecido» y perdura, es la metáfora de la mujer que ama, que se ha quedado para siempre en su corazón. Bonita, huele bien, perfecta y, al mismo tiempo, llena de imperfecciones. Es frágil, hay que cuidarla, mimarla, estar siempre atento; además es orgullosa, vanidosa, egoísta y mentirosa. Aun así es su flor, única entre otras. Pone de manifiesto la inocencia del principito, su inexperiencia. Responsable de la huida del principito por crearle una gran confusión con su forma de hacer o decir las cosas.


Finalmente, de Alejandro Dumas, en  La dama de las camelias, Margarita Gautier, la protagonista, enamorada de Armando Duval, sin familia, es una chica cortesana relacionada con muchos caballeros, entre los que destacan el duque y el conde. Nació en el campo, pero abandonó a su familia para vivir en París, donde se destacaría por su vida licenciosa y sus grandes gastos, además de por estar siempre acompañada de un ramo de camelias: blancas, si estaba disponible o rojas, si no lo estaba.

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