El rey o
reina, es el monarca o soberano de un reino. La forma de gobernar donde el
cargo supremo del estado se encuentra en manos del rey se conoce como monarquía
absoluta. En estos casos, el poder es hereditario (cuando el rey muere, es
coronado su hijo y así sucesivamente) que por sus características sobresale
entre los demás de su clase o especie y se considera el máximo representante o
el mejor.
En las diversas culturas de la antigüedad, el rey
ocupaba un cargo intachable. Al principio se creía en él como si de
un dios se tratase. En aquella época era justificable dicha deidad porque
eran politeístas, sin embargo con la imposición del Cristianismo en las
sociedades, debieron buscarse nuevas razones para creer en el poder absoluto del monarca, dado que
existía un solo Dios. Entonces se consideró que la mejor forma de comprender
dicho poder era considerando que le venía dado por designio divino. Entonces dejaron de ser monarquías teocráticas para
pasar a se absolutas. Es importante
tener en cuenta que su poder era tan grande que todo lo que ellos decretaran
era tomado en cuenta como si de una profecía se tratase y jamás se ponían en
duda sus decisiones.
"He aquí que unos magos de Oriente llegaron a Jerusalén diciendo:
¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos?... Y he aquí que la estrella
que habían visto en Oriente, iba delante de ellos, hasta posarse encima de
donde estaba el niño. Al ver la estrella tuvieron un gozo indecible. Entraron
en la casa y encontraron al niño con María su madre, e inclinándose le
adoraron. Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron oro, incienso y mirra."
(Mateo 2, 1-12)
En la tradición oral y literaria
encontramos una buena lista de monarcas que se vieron involucrados en
situaciones dignas de plasmarse en las páginas de algún pergamino o libro.
Nuestro primer ejemplo podría ser El rey Midas, quien gobernó en la ciudad de Frigia en el período entre el año 740
y el 696 A.C.
aproximadamente. La leyenda, transformada en cuento y que logró la inmortalidad,
narra que recibió en su palacio al mismo dios Dionisio. Éste, en gratitud por
las atenciones de Midas, le concede el don de convertir lo que toque en oro
puro. Más tarde, Midas descubrió que no podía comer ningún alimento ni beber
nada sin que se volviese oro; por lo que acudió de nuevo a Dionisio y éste le
aconsejó meterse al río Pactolo librándose de su deseo egoísta y tonto.
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