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miércoles, 11 de junio de 2008

Invitaciones al silencio



El gato sin cola
(Fragmento)

Por: Gina Preciado

La casa de mis padres, donde pasé mis años de infancia, tenía una gran cochera que daba a la calle. No había portón ni reja así que cualquiera podía acercarse a la puerta de la casa. Con tal confianza se sintió un gato callejero que llegó a instalar su hogar en el marco de la ventana de la cocina. Mi hermana y yo, amantes de los animales, le dimos la bienvenida a éste gato que llamamos Ucla (no me pregunten por qué). Era de color anaranjado, parecía una especie de león chiquito y sus ojos eran de un amarillo tan intenso que parecían pintados. Ucla resultó ser un gato chiqueado y cariñoso y pronto se ganó a toda la familia. Ya tenía casa y comida aseguradas y no tardó en sentirse a sus anchas. Al cabo de un tiempo...(Continúa).



El Deseo
(Fragmento)

Por: Eduardo Medrano

EL DESEO

Desde niña, Leticia se ha sentido atraída hacia los gatos. No hay nada que ella ignore de ellos, y si mucho que les envidie. Vive con su gato Ébano, quien es la única compañía masculina en quien confía. Leticia observa a su compañero, le gusta hacerlo con frecuencia. Ella mira en esos ojos, penetra en su misticismo, se pierde en ellos. La joven admira la majestuosidad del gato, ambos se entienden como uno solo.
Leticia sale como cada lunes de su sesión de gimnasia, y en el camino hace parada en una tienda de antigüedades. Floreros, joyeros, pinturas y estatuas, objetos que conservan la esencia de sus pasados dueños. Un anillo de plata, cuya forma es la de un gato, llama su atención.
-Este anillo es único- dice el anticuario – concede un ...(Continúa).



Agata
(Fragmento)

Por: Zaida C. Reynoso


Era un cariño entre hembras, lo confieso. En la silente tarde, las dos echadas sobre el lecho arrullamos las horas en calladas confesiones, luego, sus ojos entrecerrados cual delgada rendija, se agrandan redondos con un bullir de doradas reverberaciones.
Espanta la modorra con lánguido bostezo, atisba atenta los pálidos sonidos que se filtran por la ventana. Le aturde el lejano aullar de una sirena, le inquieta el piar de golondrinas y sé, que igual que yo, desprecia displicente el ladrido del can, por su zafia obediencia, casi incondicional.
Me reflejo en sus ojos de ...(Continúa).

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